Un estudio de transmisión en vivo de 200 metros cuadrados está completamente desierto, pero en docenas de computadoras se ven presentadores vendiendo productos. Estos vídeos cortos han inundado las redes sociales, con títulos como «Todas las transmisiones en vivo con humanos digitales de IA» que han calado hondo entre el público. Estos «humanos digitales en 2D hiperrealistas» muestran expresiones naturales y una fluidez en el discurso; si no fuera por los asientos vacíos que delatan el engaño, sería difícil distinguir lo virtual de lo real. Impulsados por ChatGPT, los «estudios de transmisión en vivo sin personal» han surgido silenciosamente. Los expertos del sector revelan que los avatares digitales funcionan durante tres días sin fallos, logrando tasas de conversión un 15 % superiores a las de los recién llegados, con ventajas de costo aún mayores: los presentadores humanos cobran una tarifa mensual media de 30 000 yenes y conllevan el riesgo de interrupciones en la transmisión; los avatares digitales requieren una inversión única de alrededor de 50 000 yenes, con unos costos de mantenimiento mensuales de solo 2000 yenes, lo que permite una transmisión ininterrumpida. Una empresa de cosméticos desplegó diez presentadores digitales gestionados por solo dos operadores, lo que aumentó las ventas en un 40 %. Sin embargo, clonar a personas reales conlleva el riesgo de disputas por los derechos de imagen, y algunos competidores ya se enfrentan a reclamaciones de indemnización que ascienden a cientos de miles de yuanes.
Los ingenieros de IA revelan que los avatares digitales se modelan para generar apariencias, que cobran vida mediante la captura de movimiento y la síntesis de voz. La introducción de palabras clave puede generar tres avatares en tres minutos; la importación de guiones permite realizar demostraciones de productos, y los avatares ajustan el tono en función de la mercancía. Integrados con grandes modelos de lenguaje, pueden reconocer y responder a los comentarios del chat en tiempo real con una precisión superior al 90 %, incluso modulando el tono según el sentimiento del chat para mitigar los riesgos. Las nuevas emisoras temen ser «reemplazadas», aunque los avatares digitales solo sustituyen actualmente a los presentadores humanos en demostraciones estandarizadas de productos cosméticos y aperitivos. En categorías experienciales como la ropa y los artículos de lujo, la penetración digital sigue siendo inferior al 5 % debido a su incapacidad para transmitir experiencias auténticas o narrar historias de diseño. Las asociaciones del sector prevén un futuro modelo de «presentador humano + asistente digital», en el que el primero ofrece el contenido principal y el segundo se encarga de las consultas básicas.
Esto suscita cierta preocupación: los consumidores se han quejado de afirmaciones falsas como «las mascarillas reducen los pliegues nasolabiales», lo que complica la rendición de cuentas. Peor aún, los servicios de «transmisión en vivo con intercambio de rostros mediante IA» generan avatares digitales realistas a partir de simples fotografías, lo que plantea riesgos de fraude. Varias regiones exigen ahora etiquetas de «presentador virtual» para este tipo de transmisiones, lo que obliga a las empresas y plataformas a establecer sistemas de verificación. Los avatares digitales se han extendido ahora a los servicios gubernamentales y al sector de la formación. Los profesionales del sector predicen que pueden convertirse en la norma en las transmisiones en vivo en un plazo de tres a cinco años. Sin embargo, el consenso sigue siendo el mismo: «La confianza es la base de las transmisiones en vivo. Los avatares digitales aumentan la eficiencia, pero la retención de clientes depende de contenidos auténticos y productos fiables». Detrás de la sonrisa del presentador virtual, esta transformación obliga a los profesionales a reflexionar: en medio de la marea tecnológica, ¿dónde reside el valor irremplazable de la humanidad?